Paulina.

Iba caminando por la calle cuando vi a una mujer con su hijita de alrededor de siete años mirar la vidriera de una juguetería.

Para mi sorpresa, la que miraba los juguetes era la madre. La nena miraba más allá. La mujer le dijo a su hija:

—Mirá Paulina, hay una nueva Barbie, esta es de playa. Vamos a pedirle plata a papá para comprarla.

Paulina, inmersa en otro lugar, no en los juguetes, no respondió nada. Me llamó mucho la atención que la nena no se interesara en la propuesta de la mamá. Entonces hice algo que no se debe, me paré a mirar la vidriera de al lado, pero no porque me interesara la ropa que había, quería saber qué respondería Paulina.

—Pauli? ¿Querés la Barbie de la playa? ¿O querés otra cosa?—preguntó la madre nuevamente.

—No necesito nada mamá—respondió Paulina, en modo automático, mirando más allá.

Me sorprendió la respuesta de la chiquita, pero había algo más que yo no lograba descifrar, su mamá menos, sin embargo, ella seguía ahí, muy concentrada, pensando en eso que era mucho más importante que las muñecas.

— ¿Qué respuesta es esa Paulina?

—Tengo muchas Barbies má. No necesito más. —Con la mirada fija en la vidriera continuó—: ¿Sabés que estaba pensando mami?

— ¿Qué mi amor? ¿Querés otra cosa?

—No… bueno, sí…—se dio vuelta para mirar a su mamá esta vez—, ¿podemos comprar una pelota, una muñeca y un sonajero?

— ¿Para qué querés todo eso?—preguntó la mamá sin entender.

— ¿Ves esa mamá que tiene tres hijitos allá?—apuntó la vidriera, pero la vidriera como espejo no como un lugar que muestra objetos.

— ¿Dónde? Ah, allá al frente. ¿Qué pasa con ellos?

—Compremos juguetes para ellos, porque yo ya tengo pero ellos parece que no tienen nada.

—A ver Paulina, no podemos comprar juguetes para cada chico que no tenga…

—Mmm… tengo una idea, entremos, preguntemos cuánto sale la Barbie de playa y pedimos tres juguetes por ese precio—, le dijo sonriente a la mamá, contenta por la gran idea que tuvo.

—No, no Paulina, esa plata la podemos gastar en vos solamente—le respondió la madre un poco nerviosa.

— ¿Y si le pregunto a papá?—insistió la nena.

—Ya te dije Pauli, no se puede ayudar a todo el mundo—exclamó la madre.

— ¿Y si en vez de juguetes les compramos otra cosa?

—Vamos a casa Paulina, después hablamos del tema.

La mujer tomó la mano de su hija y se alejaron caminando. Pero Paulina, miraba hacia atrás, a esa mamá con sus hijitos sentados en la vereda del frente de la juguetería, pidiendo limosna.

En un instante, esa enorme personita de siete años, soltó la mano de su mamá y corrió hacia donde estaba esa familia. Saludó a la señora y a los tres hijos, dos nenas y un nene muy chiquitos. Puso su mochila en el suelo, la abrió y sacó un paquete de galletitas, un cuaderno, los lápices de colores, crayones, una botellita de gaseosa que estaba casi llena y se los regaló.

Imaginen la sorpresa de esa mamá, estaba tan contenta que abrazó a ese angelito que llenó de alegría a sus hijos.

Yo, emocionada ante semejante situación, y con los ojos llenos de lágrimas, miré a la mamá de Paulina pensando en lo feliz que estaría. Sin embargo, me sorprendí mucho al ver a la mujer mirando su reloj, mordiéndose el labio inferior en señal de fastidio y llamando a su hija porque quería irse a casa.

Volví a mirar a Paulina y la familia. Y vi a esa nena con un corazón inmenso viviendo con una madre a la que le importaba muy poco la nobleza de su hijita.

Pensé en que me gustaría mucho que todo ese amor que tiene Paulina, esa hermosa personalidad y esas ganas de dar y ayudar a los demás no se vean opacados por un mundo en el que lo único que importa es el dinero.

Me gustaría más que en Paulina la luz y el amor se multipliquen a montones cada día para que irradie toda esa dulzura a los que se crucen en su camino.

Sería lindo, que esa mamá pueda abrir su corazón y disfrutar de la nena bellísima que le tocó como hija, que se dé cuenta a tiempo que Paulina es un ser de luz  y no trunque sus sueños.

Sería hermoso, que Paulina pudiera contagiar esa personalidad maravillosa a su mamá y como un efecto dominó, ambas iluminar a más personas donde quiera que vayan.

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6 thoughts on “Paulina.

  1. bebarfe2066 says:

    Cuentas una historia conmovedora, pero me gusta sobre todo la moraleja que nos deja. Que no es otra cosa que los niños con su inocencia y su ternura tienen mucho que enseñarnos, o mas bien, recordarnos, pues todos hemos tenido una infancia de inocencia y ternura, pero con los avatares de la vida nuestro corazón se va endureciendo.
    Esta historia nos recuerda que por más palos que nos de la vida tenemos que tener siempre presente que la generosidad y la amabilidad nos pueden hacer felices a nosotros y a quienes la reciben de nuestra parte.

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